Brasil y las Olimpiadas: Señales de Peligro, señales de esperanza | Interamerican Association for Environmental Defense (AIDA) Skip to content Skip to navigation
14 de Agosto de 2016

Mientras la bandera brasileña era izada en los Juegos Olímpicos de Río, al ritmo del suave sonido de una guitarra acústica, aquellas conocidas palabras del himno nacional de mi país llamaron mi atención:

Gigante por tu propia naturaleza,

Tú eres bello, tú eres fuerte, un coloso intrépido

Y tu futuro refleja esa grandeza.

Por siglos ha sido fácil, motivo de orgullo, celebrar la riqueza natural de nuestro paisaje, desde la poderosa cuenca del Amazonas hasta los miles de kilómetros de costa virgen.

Lo que ha resultado más difícil es defenderlo.

El año pasado, Brasil fue el país más peligroso del mundo para los defensores ambientales. Al menos 50 de los nuestros fueron asesinados y, en lo que va de este año, 23 han muerto de esa forma. La Amazonía, donde nací y pasé mi niñez, es el epicentro de estos crímenes.

Plantaciones, haciendas y grandes represas han sido construidas en tierras que alguna vez albergaron hogares. Indígenas y comunidades afrobrasileñas, guardianes del mundo natural, han sido desalojados de tierras que pasaron de generación en generación.

Está claro que la economía y el desarrollo han sido priorizados por encima de la salud pública y el bienestar.

Cada vez más, las represas se han convertido también en agentes del despojo en la Amazonía. Sobre el poderoso río Xingú, la enorme represa hidroeléctrica Belo Monte desplazó a comunidades indígenas que cuidan y dependen de la cuenca del río. Grandes cantidades de selva tropical fueron destruidas, con impactos desastrosos en la vida silvestre. Varias especies de plantas y animales ahora están extintas y, literalmente, toneladas de peces murieron, probablemente por la contaminación. Altamira, la ciudad más próxima a la represa, ocupa ahora el tercer lugar en Brasil en términos de violencia y desigualdad. Belo Monte difícilmente está trayendo un desarrollo equitativo y justo a Brasil.

No obstante, hay razones para la esperanza. Un par de cosas ocurridas la semana pasada me hace creer que podríamos ver algunos cambios positivos en el futuro cercano.

La primera es que el gobierno negó el permiso ambiental para una megarepresa sobre el río Tapajós, la cual habría repetido la destrucción de Belo Monte, devastando las tierras y cultura del pueblo Muduruku.

La segunda es más simbólica: la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos. Me emocionó particularmente el foco en dos cuestiones que Brasil tiene que abordar con prioridad en los años siguientes: la deforestación y el cambio climático.

La atención a la crisis ambiental fue enérgica. Habría sido incluso más fuerte si los indígenas no habrían sido retratados como reliquias de los orígenes ancestrales de Brasil. En realidad, nuestros grupos indígenas juegan un papel crucial en los esfuerzos presentes y futuros para alcanzar la sostenibilidad.

En cierta medida, esperanza es de lo que se tratan las Olimpiadas. Reúnen al mundo por un bien común y, en su mejor momento, ayudan al desarrollo de una sociedad pacífica preocupada por preservar la dignidad humana en todos los continentes.

Aunque tengo profundos desacuerdos personales con la realización de los Juegos Olímpicos en Río, espero que Brasil tome con seriedad el compromiso serio demostrado en la ceremonia de apertura.

Espero que Belo Monte sea el último caso de su tipo.

Espero que los defensores del ambiente y los derechos humanos puedan trabajar seguros y sin miedo.

Espero que las generaciones futuras crezcan en un país que realmente sea un “gigante por su propia naturaleza”.

Solo entonces nuestro futuro será tan grande como las magníficas tierras a las que llamamos hogar.

 

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Sobre el Autor

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Rodrigo da Costa Sales

Rodrigo da Costa Sales es abogado brasileño y colaboró con el Programa de Derechos Humanos y Ambiente de AIDA. Tiene una maestría en Derecho Internacional de los Derechos Humanos por la University of Notre Dame. Ha trabajado en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y en varias organizaciones dedicadas a la protección de víctimas en Brasil. 

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