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La supervisión efectiva del Fondo Verde del Clima (GCF por sus siglas en inglés) es vital para evitar daños y para que el tan necesario financiamiento climático sea usado de la mejor forma.

 

El GCF Watch es una iniciativa de la sociedad civil, liderada desde el Sur Global, creada para mejorar el acceso a información sobre el Fondo y permitir un mejor seguimiento y supervisión de sus operaciones.

 

En esta serie internacional de tres seminarios web, expertos y expertas de todo el mundo hablaron del involucramiento que la plataforma del GCF Watch permite. También se discutió la información más reciente en torno al Fondo, las reuniones de su Junta Directiva y los asuntos principales de este año, así como la forma en la que personas y comunidades pueden involucrarse con el Fondo en sus países y regiones. En cada sesión hubo presentaciones seguidas de un espacio de debate abierto entre panelistas y personas asistentes.

 

Panelistas

  • Florencia Ortúzar, Abogada, Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA): Introducción a la serie de seminarios web.
  • Angelo Kairos de la Cruz, Director Ejecutuvo Adjunto, Instituto por el Clima y las Ciudades Sustentables (ICSC): La plataforma del GCF Watch.
  • Erika Lennon, Abogada Sénior, Centro para el Derecho Ambiental Internacional (CIEL): Conclusiones de la 28ª reunión de la Junta Directiva y los principales temas de 2021.

Moderadora: Bertha Argueta, Germanwatch.

 

grabación

 

PRESENTAcioneS

1. Angelo Kairos de la Cruz, Instituto por el Clima y las Ciudades Sustentables (ICSC):

 
2. Erika Lennon, Centro para el Derecho Ambiental Internacional (CIEL):

 

El curso fue impartido por Daniela Martínez, abogada experta en regulación energética. Estuvo dirigido especialmente a integrantes de ONG ambientales con interés en comprender, proponer y fiscalizar políticas públicas en el sector eléctrico, de manera que estas contribuyan a la mitigación del cambio climático, particularmente a la descarbonización de la matriz energética en Chile.

El curso de cuatro sesiones fue diseñado a partir de dos políticas públicas con gran relevancia en Chile: la descarbonización y el futuro proyecto de ley anunciado por el gobierno para introducir la figura del comercializador en el segmento de distribución (Ley Larga o Ley Marco de Distribución). Con estas políticas públicas como punto de partida, se abordó la regulación y funcionamiento del sector eléctrico chileno con un marcado enfoque regulatorio económico, buscando entregar a las y los particioantes una mejor comprensión de este sector y de los incentivos de sus actores.

 

Grabaciones

Primera sesión:

 

Segunda sesión:

 

Tercera sesión:

 

Cuarta sesión:

 

El Derecho Internacional Ambiental (DIA) es una disciplina que involucra al mundo entero en la protección de un bien común: nuestro ambiente. En AIDA lo aplicamos a diario para ayudar a personas y comunidades a defender el ambiente y los derechos humanos fundamentales que de él dependen.

Pero ¿dónde surgió y cómo ha evolucionado esta disciplina global? Sus reglas no han sido dictadas por una institución nacional ni por una autoridad internacional. Se trata más bien de un compendio de declaraciones, tratados y normas —vinculantes y voluntarias— que se han desarrollado a la par del conocimiento científico y la toma de conciencia del estado actual de nuestro mundo natural.

La historia del DIA se puede dividir en tres etapas, separadas por dos de las conferencias internacionales más relevantes celebradas hasta ahora: la Conferencia de Estocolmo (1972) y la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992). Y en 2016, con la firma del Acuerdo de París, inició una nueva etapa para enfrentar el desafío natural más importante de la humanidad: la actual emergencia climática.

Los inicios: Antes de Estocolmo

Antes de los años 60, había poca conciencia ambiental y solo algunas iniciativas aisladas de regulación ambiental internacional. Una de ellas fue la frustrada Convención de Londres de 1900, con la cual se buscaba proteger la vida silvestre africana. Nunca entró en vigor porque no fue firmada por el número mínimo de partes. Fue reemplazada 33 años después por el Convenio de Londres de 1933, aplicado en gran parte de África colonizada con la creación de parques naturales y la protección de especies.

Durante esos años, otras iniciativas se llevaron a cabo de forma aislada. Pero las cosas realmente empezaron a moverse en los años 60, cuando la opinión pública se hizo consciente de los peligros que amenazaban al planeta.

Algunos de los eventos que marcaron esta época fueron la publicación en 1962 del libro Primavera Silenciosa (Silent Spring) de Rachel Carson, el cual documenta los efectos negativos de los plaguicidas sobre las aves y el ambiente; y la divulgación de la imagen conocida como Amanecer de la Tierra (Earthrise), tomada por el astronauta William Anders en 1968 durante la misión Apolo 8. Esa fotografía es considerada de influencia icónica para el despertar del movimiento ambiental pues evidencia la unidad absoluta de la Tierra vista desde la luna.

La Declaración de Estocolmo

Producto de la primera Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente Humano, la Declaración de Estocolmo (1972), fue el primer documento internacional en reconocer el derecho a un ambiente sano mediante 26 principios, muchos de los cuales han jugado un papel importante en el desarrollo posterior del DIA.

El Principio 21, por ejemplo, confirmó una de las piedras angulares del DIA: la responsabilidad de los Estados de garantizar que las actividades bajo su jurisdicción no causen daños al ambiente de otros Estados. La Declaración estableció además el Principio de Cooperación, crucial en el desarrollo ulterior del DIA al reconocer que los países debían unir esfuerzos para hacer frente a los desafíos globales de nuestro entorno común.

También en Estocolmo, la Asamblea General de la ONU creó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), órgano central a cargo de los asuntos ambientales en la actualidad.

Entre Estocolmo y Río

Después de Estocolmo, comenzaron a verse cambios en los gobiernos nacionales: se formaron los primeros partidos políticos verdes, se crearon algunos Ministerios de Medio Ambiente y comenzó a desarrollarse una importante cantidad de legislación ambiental local.

En 1983, la ONU creó la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida como la Comisión Brundtland. Su labor, centratada en la difícil relación entre ambiente y desarrollo, resultó en el informe Nuestro Futuro Común (1987).

En ese documento se acuñó el concepto de desarrollo sostenible —definido como “la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”—, base de la evolución del DIA.

En esta época, comenzaron a manifestarse algunos de los problemas ambientales globales que hasta hoy nos aquejan como el agotamiento de la capa de ozono, los riesgos para la diversidad biológica y la amenaza del cambio climático. La cooperación internacional era absolutamente necesaria y los países desarrollados tendrían que ayudar a los países más pobres para que la humanidad fuera capaz de afrontar tales desafíos.

En 1987, se firmó el Protocolo de Montreal para combatir el agotamiento de la capa de ozono. Este acuerdo internacional ha sido un ejemplo de cooperación internacional exitosa, y se cree que gracias a él la capa de ozono podría recuperarse para el 2050.

La Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro 

En 1992, durante esta Conferencia, dos convenciones fueron presentadas para firma de los países: el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). También se estableció la Declaración de Río, que reafirmó la Declaración de Estocolmo y el programa de acción Agenda 21, el cual aún guía a gobiernos y actores no estatales en las actividades de protección del ambiente. En Río, ante la evidencia cada vez más contundente de que  las actividades humanas en busca del crecimiento económico eran las responsables de las principales amenazas ambientales, el concepto central continuó siendo el desarrollo sostenible.

Dos principios de la Declaración de Río merecen especial consideración: el Principio de Precaución, la forma más avanzada de prevención e importante en la conformación del DIA moderno; y el Principio 10, que reconoce el derecho a la información, a la participación y a la justicia en asuntos ambientales. El Principio 10 dio lugar en 1998 al Convenio de Aarhus, vinculante para Europa y Asia Central; y es el antecesor del Acuerdo de Escazú, que busca el reconocimiento de esos derechos para Latinoamérica.

Ese reconocimiento es considerado también un hito importante en la construcción del DIA pues explica y muestra el surgimiento de la sociedad civil como actor cada vez más importante y activo en la protección ambiental global.

Luego de Río y hacia el futuro

Después de Río, todos los tratados económicos importantes comenzaron a incluir la protección ambiental. Un caso ejemplar es el Acuerdo de Marrakech, por el cual se creó la Organización Mundial del Comercio en 1994 y que fue el primer tratado económico en reconocer las metas de desarrollo sostenible y protección del ambiente.

La Convención sobre el Cambio Climático merece mención especial ya que, desde 1995, sus firmantes se han reunido cada año en la llamada Conferencia de las Partes (COP). En ese marco, en 1997, se presentó el Protocolo de Kioto que, a pesar de no haber sido exitoso en mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, fue el primer acuerdo internacional en establecer obligaciones jurídicamente vinculantes para los países desarrollados.

En el 2000, 189 países adoptaron en Nueva York la Declaración del Milenio, que fortaleció la importancia del desarrollo sostenible al reconocer la necesidad de un crecimiento económico sostenible con un enfoque en los pobres y en el respeto a los derechos humanos.

Dos años más tarde, en 2002, representantes de 190 países acudieron a la Cumbre Mundial de la ONU sobre el Desarrollo Sostenible, en Johannesburgo, para dar seguimiento a los compromisos de la Cumbre de Río. En esa ocasión, adoptaron la Declaración sobre el Desarrollo Sostenible, centrada en el desarrollo y la erradicación de la pobreza con un enfoque jurídico-económico sobre las “asociaciones público-privadas”.

Y en 2012, la ONU organizó la tercera Conferencia sobre el Desarrollo Sostenible, conocida como Río + 20, la cual convocó a 192 Estados miembros, empresas del sector privado, ONG y otras organizaciones. El resultado fue un documento no vinculante llamado El Futuro que Queremos. En el documento, los Estados renuevan su compromiso con el desarrollo sostenible y la promoción de un futuro sostenible.

Tiempos modernos

El Protocolo de Kioto para enfrentar el cambio climático dio paso al Acuerdo de París (2016),  donde los países firmantes se comprometieron a hacer todo lo posible por evitar que la temperatura promedio del planeta supere los 2°C, respecto de los niveles preindustriales, y ojalá se mantenga debajo de los 1.5°C. La relación entre derechos humanos y cambio climático fue reconocida en su preámbulo. Al haber sido ratificado por casi todos los países del mundo, tiene un potencial inmenso como instrumento de derecho internacional. De hecho, recientemente en Inglaterra se dictó la primera sentencia que impidió una obra (la ampliación  de un aeropuerto), bajo el argumento de que el país incumpliría el Acuerdo de París.

Un hito contemporáneo de gran relevancia, sobre todo para Latinoamérica, es la Opinión Consultiva 23 (2017) sobre medioambiente y derechos humanos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En ella La Corte reconoció por primera vez el derecho a un ambiente sano como fundamental para la existencia humana, así como los impactos de la degradación ambiental y del cambio climático en los derechos humanos.

Finalmente, vale la pena mencionar la construcción actual de un instrumento internacional jurídicamente vinculante para la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina en áreas fuera de la jurisdicción nacional. En reconocimiento del papel crucial que juega el océano en la salud del planeta y sobre todo en la estabilidad del clima, salvaguardar las inmensas y misteriosas áreas en alta mar parece del todo necesario.

Conclusión: ¿En qué quedamos?

Tras revisar los hitos más importantes relacionados con los esfuerzos globales para enfrentar la grave crisis ambiental que vivimos, es inevitable quedar sumida en hondas preocupaciones.

Las iniciativas globales no han logrado motivar el cambio de rumbo que necesitamos para que nuestro planeta empiece a recobrar la salud. Así como vamos, nadie asegura que las futuras generaciones puedan satisfacer sus necesidades como lo han hecho las pasadas y actuales.

Pero, pese a las desilusiones, es importante seguir promoviendo iniciativas mundiales donde se discuten políticas comunes y donde el DIA adquiere forma y contenido. Aunque por ahora esos espacios no han sido capaces de frenar la crisis ambiental, han fortalecido el DIA como instrumento para defender nuestras causas, algo que aprovechamos al máximo en AIDA.

Asimismo, las conferencias mundiales son instancias donde surgen posibilidades de protesta y de concientización masiva por parte de la sociedad civil global, cada vez más alerta y decidida a defender nuestro ambiente.

Hoy, gran parte de la esperanza de cambio está en la fuerza de la sociedad civil, sobre todo en los jóvenes que han mostrado un despertar glorioso en defensa del planeta. Esta fuerza encuentra en el DIA un punto de apoyo para exigir lo que necesitamos: un cambio rotundo en el modelo de desarrollo que aún guía los asuntos del planeta y que tanto daño está causando.

 

El Fondo Verde del Clima, la principal organización multilateral de financiamiento climático, es clave para canalizar fondos de los países desarrollados a los países en desarrollo, apoyando proyectos de mitigación y adaptación a la crisis climática. A 10 años de su creación, en el marco de Naciones Unidas, es necesario hacer una revisión actualizada de su desempeño, desde la mirada de la sociedad civil latinoamericana.

En este seminario virtual abordaremos los resultados de la 25ª reunión de la Junta Directiva del Fondo (la primera del 2020), compartiremos la mirada de una entidad que está acreditada por el Fondo para acceder a los recursos e implementar proyectos y hablaremos sobre el “GCF-Watch”, una iniciativa de la sociedad civil para dar mejor seguimiento al Fondo.

 

panelistas

  • Liliana Estrada, Coordinadora de Investigación, Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC): Bienvenida e introducción.
  • Eileen Marena, Observadora activa de la sociedad civil ante el Fondo Verde del Clima: Resultados de la 25ª reunión de la Junta Directiva del Fondo y perspectivas para 2020.
  • Andrea Rodríguez, Gerente, Programa Acción Climática, Fundación Avina: La mirada de una entidad acreditada ante el Fondo.
  • Florencia Ortúzar, Abogada, Programa de Cambio Climático, Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA): El “GCF-Watch”, una iniciativa para dar mejor seguimiento al Fondo.

Moderó: Liliana Estrada, GFLAC.

 

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Presentaciones

1. Presentación introductoria:

 
2. Presentación de Andrea Rodríguez, Fundación Avina:

 
3. Presentación de Florencia Ortúzar, AIDA:

 

En Chile, 40% de la energía que se produce y consume proviene de la quema de carbón. Esa enorme cantidad de energía la generan apenas 28 plantas termoeléctricas, concentradas en cinco localidades a lo largo del país.

Son las llamadas Zonas de Sacrificio, cuyos habitantes han sido sometidos a vivir inmersos en medio de la contaminación, con su salud dañada, niños con problemas de aprendizaje y mares envenenados.

El grave perjuicio que implica habitar una de estas zonas ha sido documentado ampliamente. Uno de los esfuerzos más recientes en ese sentido es un informe que la ONG Chile Sustentable encargó a la Universidad Católica de Chile, el cual evidencia que vivir en una Zona de Sacrificio se traduce en mayores riesgos de enfermar y de morir prematuramente.

El estallido social que el país vive actualmente representa una oportunidad histórica de transformación.

Empujado por la voz de su gente y teniendo a su cargo la Presidencia de las negociaciones climáticas internacionales, Chile puede liderar un cambio estructural de redistribución de cargas y beneficios, tanto sociales como ambientales, que lo lleve a ser un país más limpio y más justo.

El camino hacia la descarbonización

En junio y tras un año de discusiones con la industria y otros actores interesados, el Presidente Sebastián Piñera anunció un esperado cronograma de descarbonización. Fruto de un acuerdo, la industria se comprometió a cerrar todas sus plantas a carbón antes del 2040.

Por positiva que parezca, al analizar a fondo la propuesta, es posible concluir que no es suficiente para lograr la justicia que tanto merecen las personas afectadas por la quema de carbón.

El cronograma establece fechas específicas para el cierre de las ocho plantas más antiguas al 2024, pero no da fechas ni detalles sobre el cierre efectivo de las 20 plantas restantes, dejándolo a la merced de la buena voluntad de las próximas administraciones. En esos términos, no hay forma de garantizar que el plan vaya a ejecutarse realmente.

Además, esperar 20 años tampoco parece un trato aceptable para quienes ya han cargado demasiado y por demasiado tiempo, ni para el equilibrio climático del planeta, que no esperará tanto antes de colapsar.

Otra crítica que recibió la propuesta del gobierno es que poco después de ser anunciada, la empresa Engie inauguró una nueva central eléctrica de carbón en Mejillones, Zona de Sacrifico ubicada al norte del país. La nueva planta tiene más del doble de la capacidad operativa de las dos termoeléctricas de Tocopilla que la misma empresa habría cerrado tras la firma del plan de descarbonización.

Pero no todo son malas noticias. Un mes antes de que estallaran las protestas sociales en Chile, el gobierno dio señales de una meta de descarbonización más ambiciosa. En septiembre, la Cámara de Diputados aprobó una iniciativa que solicita al Presidente adelantar en diez años, al 2030, el cierre de las termoeléctricas a carbón.

La solicitud se basa en un estudio encargado por la ONG Chile Sustentable a la consultora Kas Ingenieros. La investigación evidencia la factibilidad técnica y económica de alcanzar la meta de descarbonización al 2030. La crisis social en el país estalló en plena búsqueda de un acuerdo vinculante para concretar ese avance.  

El estallido social en Chile

Chile vive hoy un momento histórico. El descontento social —generado por las injusticias, la desigualdad y la falta de equidad que los segmentos más vulnerables de la población han soportado por años— desencadenó múltiples protestas que aún no amainan en intensidad.

Lo que pasa en Chile es un espejo de lo podría ocurrir en muchos países del mundo, sobre todo en América Latina. El pasto en muchos lugares está seco y cualquier chispa podría encender la movilización social, destapando ollas que por años han acumulado descontento y presión.

Las cifras muestran que el país ha crecido y que hay menos pobreza, pero ni los beneficios ni las cargas se han repartido equitativamente. Las autoridades han fallado. La confianza se está acabando y la desilusión aumenta.

Las Zonas de Sacrificio son un ejemplo muy claro del problema estructural que aqueja a la sociedad: ciertas comunidades cargan con los costos y no disfrutan de los beneficios, situación que es inaceptable en estos tiempos.

Un nuevo rumbo es posible

Los incendios, las inundaciones y otros eventos extremos que provocan daños cuantiosos en la vida de las personas muestran que la naturaleza no dejará de protestar hasta que la respetemos.

La sociedad también está pidiendo lo suyo, y con una urgencia que ha ganado la atención de los tomadores de decisión. Cambios que parecían imposibles ciertamente ya no lo son.

No es que las demandas sociales sean más importantes que las ambientales o viceversa. Las demandas ambientales son también demandas sociales. Aunque la crisis climática y la contaminación nos afectan a todos, el daño es mucho mayor para las personas más vulnerables.

Los cambios en favor de nuestro planeta pueden y deben hacerse con un enfoque de justicia social y en armonía con la naturaleza.  

En el caso de Chile, la descarbonización —y con ella el fin de las Zonas de Sacrificio— es el cambio que nos llevará a ser un mejor país. Porque una de las más grandes injusticias es tener que vivir en un ambiente que no está sano.

 

De cara a la COP25, y ante la actualización de los compromisos de Chile frente al Acuerdo de París, se presenta la oportunidad de alcanzar beneficios simultáneos de mitigar el cambio climático en el corto plazo y de resolver la grave situación de contaminación atmosférica que afecta a tantas ciudades. En el encuentro se expuso esta oportunidad, que se hace posible mediante la inclusión de una meta de mitigación de carbono negro en las NDC de Chile.

El evento fue organizado por el Consejo para la Defensa de Recursos Naturales (NRDC), la Asociación Interamericana para la Defensa del Medio Ambiente (AIDA), el Centro de Desarrollo Urbano Sostenible (CEDEUS) de la Universidad Católica y el Ministerio de Medio Ambiente.

 

Panelistas

  • Florencia Ortúzar Greene: Abogada de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA).
  • Pilar Moraga: (CR)2 y Subdirectora del Centro de Derecho Ambiental, Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.
  • Luis Cifuentes: Profesor de Ingeniería Industrial y miembro del Centro de Cambio Global de la Universidad Católica.
  • May Ricardez: Asesora Regional sobre Contaminantes Climáticos de Vida Corta, Programa de Medio Ambiente de la ONU-CCAC.

Conversatorio "¿A dónde queremos llegar y cómo llegamos? Más compromiso en la NDC mediante una meta de carbono negro:

  • Jenny Mayer: Oficina de Cambio Climático, Ministerio de Medio Ambiente
  • Héctor Jorquera: Académico PUC, CEDEUS.
  • Mauricio Osses: Académico UTFSM, investigador (CR)2.
  • Claudio Seebach: Presidente Ejecutivo de Generadoras de Chile.
  • Lydia Tellerías: Presidenta del Comité de Salud Ambiental, Sociedad Chilena de Pediatría; académica de la Universidad de Chile.

Moderación: May Ricardez, ONU Medio Ambiente-CCAC

 

 

Presentaciones

1. Presentación de Florencia Ortúzar:

 
2. Presentación de Pilar Moraga:

 

3. Presentación de Luis Cifuentes:

 

4. Presentación de May Ricardez:

 
Conversatorio
1. Presentación de Jenny Mager:

 

2. Presentación de Héctor Jorquera:

 

3. Presentación de Mauricio Osses:

 

4. Presentación de Claudio Seebach:

 
5.  Presentación de Lydia Tellerías:

 

Hablar en público ante más de 500 personas fue una experiencia singular y al mismo tiempo hermosa, sobre todo por el tema que nos convocó y por la compañía arriba del escenario. Éramos un grupo de siete personas tan diversas como interesantes, con dos cosas muy poderosas en común: el amor por nuestro entorno natural y el trabajo para preservarlo. 

Así fue mi participación en la conferencia “La naturaleza primero, un nuevo trato con el entorno”, en Santiago de Chile. El gran interés que el evento despertó en la gente me llenó de dicha, al igual que la oportunidad de exponer con mis compañer@s de “Naturalistas”, la serie de entrevistas donde profesionales de distintas disciplinas vinculadas con el ambiente fuimos invitados a hablar sobre lo que implica ser un naturalista en el mundo actual. 

El proyecto televisivo que antecedió este evento fue una apuesta de Ladera Sur, una plataforma y comunidad reunida en torno a la naturaleza, el ambiente, la vida al aire libre, los viajes y mucho más. Fue Ladera Sur la que nos postuló como “naturalistas del Siglo XX”, un honor sin duda y un gran compromiso. 

¿Qué significa “la naturaleza primero”, título que parece tan urgente?

Quiere decir que, por demasiado tiempo, la naturalezaha estado subvencionando los avances tecnológicos e incluso nuestra calidad de vida. Vivimos en un mundo donde el que tiene los medios puede hacer prácticamente lo que se le ocurra. Tal vez pocos se han detenido a pensar que quizás mañana va a ser difícil para nuestros hijos o nietos disfrutar de las cosas más simples que hoy damos por sentadas. Pero llegó el momento de reorganizar nuestras prioridades. Ya no queda tiempo ni crédito para seguir pidiéndole prestado a la naturaleza. 

Antes de llevarse a cabo, cualquier proyecto o actividad debería demostrar que no dañará la salud del planeta. Solo después de asegurar eso vale la pena preguntarse si la propuesta es además un buen negocio o si nos hace la vida más cómoda o más fácil.

No es la postura de un ecoterrorista ni se trata de ir contra el desarrollo. Es simplemente mirar de frente la realidad de un planeta vivo y enfermo, de cuya salud dependemos.

La buena noticia es que los cambios que debemos hacer para resolver la crisis ambiental que nos afecta son alcanzables y deseables para quienes vivimos y vivirán en este planeta: 

Un mundo bajo en emisiones contaminantes es también un mundo más limpio y más justo. Un mundo que se mueve con energía renovable implica menos contaminación y acceso a energía para muchos que aún no la tienen. Un mundo con más áreas naturales protegidas es un mundo más verde, más exuberante, más sano, más biodiverso y capaz de proveer agua y aire más limpios.

Ve abajo el video completo de la conferencia.

 

En este seminario, expertos de la sociedad civil conversaron sobre los resultados de la vigésima cuarta versión de la Cumbre del Clima de Naciones Unidas, la COP24, particularmente sobre lo que implican para América Latina.

 

Panelistas

  • Enrique Maurtua Konstantinidis, Centro Regional de Cambio Climatico y Toma de Decisiones: Avances en el diseño del Libro de Reglas para la puesta en marcha del Acuerdo de París.
  • Sandra Guzmán, Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC): Inclusión del informe del IPCC y las decisiones sobre financiamiento climático.
  • Astrid Puentes Riaño, Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA): El rol de los derechos humanos en las negociaciones.
  • Karla Maass Wolfenson, Climate Action Network International (CAN): Reflexión sobre lo que viene con miras a 2020.

Moderó: Karla Maass, CAN.

 

Grabación

 

La publicación del informe del IPCC sobre los 1.5ºC puso en manos de la comunidad internacional la responsabilidad de aumentar la ambición política y revisar los objetivos del Acuerdo de París, como único camino posible en la lucha contra el cambio climático.

A sólo unos días de la celebración de la Conferencia de las Partes en Katowice, Polonia, hablamos sobre los desafíos y oportunidades que este llamado implica en el marco de las negociaciones que tendrán lugar entre el 3 y 14 de diciembre.

 

Panelistas

  • Sandra Guzmán, Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe: Bienvenida, introducción y moderación.
  • Tania Guillén, Climate Service Center (GERICS): Implicaciones del Informe del IPCC sobre los 1.5ºC para la COP24.
  • Karla Maass Wolfenson, Climate Action Network International (CAN); Anne-Laure SABLE, Comité Católico contra el Hambre y por el Desarrollo (CCFD); Enrique Maurtua Konstantinidis, Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN); y Danae Espinoza, Latin American and Caribbean Youth Climate Movement (CLIC!): Temas cruciales para la COP24.
  • Astrid Puentes Riaño, Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA): Reflexión para alentar la participación no estatal en el marco de los derechos humanos.

 

Grabación

 

Presentaciones

1. Diapositiva presentada por Karla Maass Wolfenson, de Climate Action Network International (CAN):

 

2. Presentación de Anne-Laure SABLE, del Comité Católico contra el Hambre y por el Desarrollo (CCFD):

 

En América Latina, el cambio climático ya está causando estragos. Los gobiernos de la región están dispuestos a tomar acciones para enfrentar el problema, pero no lo están haciendo con la urgencia que la ciencia ha evidenciado como necesaria. En este escenario, la sociedad civil está contribuyendo a las soluciones con estrategias complementarias, una de ellas es el litigio climático. Llevando argumentos referidos al cambio climático a los tribunales, es posible lograr justicia climática en la región, evitar el desarrollo de proyectos que agravan el cambio climático y promover alternativas energéticas que respeten el ambiente y los derechos humanos.

En este seminario, expertos en el tema hablaron sobre esta herramienta efectiva que recién empieza a ser aprovechada en América Latina, compartiendo experiencias regionales e internacionales, casos y estudios académicos al respecto. 
 

Panelistas

  • Danny Thiemann, Abogado, Programa Internacional, Earthjustice: Juicios internacionales en los que se ha usado argumentos de cambio climático.
  • Pilar Moraga, Profesora Asociada, Centro de Derecho Ambiental, Centro de la Ciencia del Clima y la Resiliencia, Universidad de Chile: Litigio climático en América Latina, desde el punto de vista académico y con el caso chileno como ejemplo.
  • Alejandra Donoso, Abogada, Directora Ejecutiva, Defensoría Ambiental: Juicio sobre daño ambiental por contaminación en Puchuncaví, Chile.
  • Carlos Lozano Acosta, Abogado Sénior, Programa de Agua Dulce, AIDA: Uno de los primeros casos exitosos en la región en el que un tribunal recogió argumentos de cambio climático.

Moderó: Angélica Hernández Téllez, Coordinadora del Programa Clima, Fundación Heinrich Boell - México.

 

Grabación

 

Presentaciones

1. Presentación de Danny Thiemann, Abogado del Programa Internacional de Earthjustice:

 

2. Presentación de Pilar Moraga, Profesora Asociada, Centro de Derecho Ambiental, Centro de la Ciencia del Clima y la Resiliencia, Universidad de Chile:

 

3. Presentación de Alejandra Donoso, Abogada, Directora Ejecutiva, Defensoría Ambiental:

 

4. Presentación de Carlos Lozano Acosta, Abogado Sénior, Programa de Agua Dulce, AIDA:

 

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